Victor Jaenada inaugura el ciclo de exposiciones de Espai 13 de la Fundació Joan Miró para la temporada 2022.
El artista investiga sobre los recuerdos recurrentes de la infancia a partir de un episodio de su propia niñez atravesado por la premonición y por la muerte. Isabel, primera propuesta del ciclo Salto e inmersión, es un proyecto instalativo y performático que parte del «sentimiento trágico de la vida» de Unamuno pero planteado a la inversa: aquí la fatalidad de la muerte es sustituida por el desasosiego de vivir.
(eng)
Victor Jaenada kicks off the Espai 13 series of exhibitions at the Fundació Joan Miró for the 2022 season.
The artist explores recurring early memories starting out from an episode in his own childhood that involved premonition and death. Isabel, the first project in the Dive and Immersion series, is an installation and performance piece setting out from Unamuno’s «tragic sense of life», but approached in reverse: here the fatality of death is replaced by the anxiety of life.
Video de la exposición – Exhibition video (eng subtitled)
Imágenes de la exposición (Fase 1) – Exhibition images (Phase 1)
Soon!
Imágenes de la exposición (Fase 2) – Exhibition images (Phase 2)
Soon!
Imágenes de la exposición (Fase 3) – Exhibition images (Phase 3)
La exposición parte de un hecho que tuvo lugar durante la tierna infancia de Victor Jaenada en casa de su abuela y que habría podido acabar prematuramente con la vida del artista. La descripción que hace él mismo de ese incidente es lo suficientemente buena como para leerla en sus propias palabras: Con poco más de un año de vida estaba en casa de mi abuela Isabel, en su habitación, metido en la cuna. De repente, aparecieron unos «ángeles» sin forma que me asustaron mucho. Se acercaban suspendidos desde el fondo oscuro de la habitación, y recuerdo que tenía que llorar. Cuanto más se aproximaban esas no-formas, más fuerte lloraba. Mi abuela, al ver que estaba tan desconsolado, me sacó de la habitación para tranquilizarme. En aquel preciso instante el techo de la habitación se derrumbó; los cascotes destrozaron la cuna, y yo hubiera muerto aplastado. Ella me contaba esa vivencia con mucha angustia, y mi padre aún recuerda ver la habitación a cielo abierto. «Los ángeles» son mi primer recuerdo de vida, y probablemente nunca sabré si vinieron a avisarme o a llevarme con ellos. Este incidente es el motor de arrancada de la propuesta de Victor Jaenada para el Espai 13. El proyecto gira alrededor del unamuniano «sentimiento trágico de la vida», pero planteado a la inversa. Es decir, el asunto aquí no es tanto el porvenir después de la muerte, sino el hecho de que la vida surja de la nada. O por decirlo de una forma aún más precisa: la idea que literalmente sobrevuela la sala es el desasosiego que genera al artista la posibilidad de haber podido ser devuelto a esa nada. Los colgantes móviles, que podríamos relacionar con los primeros pasos perceptivos de la infancia, nos resultan aquí extraños porque no hablan de juegos de bebé ni de los miedos infantiles habituales. Son miedos oscuros, adultos, que nos retroproyectan hacia el misterio incomprensible del surgir a la vida. Todos deberíamos sentir algún tipo de comunión o vibración frente al misterio y la maravilla del vivir. Y todos deberíamos sentir un profundo respeto por lo que Jaenada, de una forma tan concernida, no es capaz de comprender, pero curiosamente sí de expresar. No se puede fallar cuando uno se entrega de esta forma a la expresión artística. Porqué aquí no se trata de lucimiento plástico; se trata de no hacer concesiones a la mentira, de no caer en el lado oscuro de la forma, de ir más hondo (jondo) y de encontrar nuestro «centro».1 En este caso concreto es Victor Jaenada quien trata de encontrarlo y Marc Vives quien lo ayuda, sirviéndose de unas nanas que una vez más, como pasa con los móviles colgados del techo, no son para los más pequeños. Deberemos, como público, ser astutos y entender sin entender, tal como el propio Victor proclama a menudo haciendo referencia a su querido arte flamenco. Y puestos a demostrar astucia, detectamos que Jaenada, podría estar dialogando subterráneamente con nuestro anfitrión, Joan Miró. Y es por eso también que su arte abre este ciclo con la construcción de un extraño interregno entre la infancia y la madurez.
This exhibition takes its starting off point from an incident that took place during Victor Jaenada’s tender childhood, in the home of his grandmother, which could have ended the artist’s life well before its time. The description he himself has made of the incident is good enough to want to read him in his own words: When I was just over a year old, I was at my grandmother Isabel’s house, in her room, resting in my cradle. Suddenly a few shapeless “angels” appeared that scared me terribly. As they came near, floating in from the dark end of the room, I remember needing to cry. My grandmother, upon seeing I was so upset, took me out of that room to calm me down. In that precise moment the ceiling of the room collapsed, the rubble destroying the cradle, meaning I would have been crushed to death. She told me this story with great anxiety, and my father still remembers seeing that room, open as it was to the sky. The “angels” are my first memory, and I will probably never know if they had come to warn me, or to take me with them. This incident is the starting point for Victor Jaenada’s project for Espai 13. The project revolves round the Unamunian “tragic sense of life”, yet considered from the reverse angle. That is, the issue here is not so much what follows death, but the fact that life emerges out of nothing. Or to say this in a more precise manner: the idea literally hovering over the gallery is the discomfort the artist feels from the possibility of having been returned to that very nothingness. The hanging mobiles, which might be related to the first perceptive steps of infancy, are strange to us here because they do not speak to us of children’s play, nor of proverbial childhood fears. These fears are dark, rather quite adult, projecting us backwards towards the incomprehensible mystery of life’s first origins. We should all feel some kind of communion or vibration in the face of life’s mystery and marvel. Furthermore, we should all feel great respect for what Jaenada, in such a concerned manner, is unable to understand yet perfectly capable of expressing. Nothing can go wrong when artistic expression is delivered in this manner. For here, it is not a case of visual sheen; it is a question of making no concession to lies, of not giving in to the dark side of form, or going deeper (jondo), of finding our “centre”.1 In this case specifically, it is Victor Jaenada who seeks to discover this, and Marc Vives who assists him, employing a set of lullabies that once more, as we saw with the mobiles hanging from the ceiling, are not really for the little ones. As the public, we are required to remain until we under understand and understand without understanding, just as Victor himself often proclaims in making reference to his beloved flamenco music. Given to manifesting a certain finesse, then, we perceive that Jaenada could here be in subterranean dialogue with our host, Joan Miró. This is why his art is the starting point for this exhibition series, with the construction of an unusual interregnum, situated between infancy and maturity.