Todo empezó con un sueño que tuve: en él aparecíamos Dani y yo vagando perdidos alrededor de un ascensor de cristal. Debíamos tomarlo para llegar a la cima de una torre, donde yo tenía dejar una bola dorada que llevaba en la mano. Empezaba a impacientarme y tenía la sensación de que la bola debía llegar ya a su destino, pero cuando íbamos a coger el ascensor no podíamos hacerlo subir porque no tenía botón. Entonces aparecía el Yansi, uno de los que lleva La Cera 13 y supongo que para mi subconsciente el jefe, y se ofrecía a subirnos: con los dedos cogía la cuerda del ascensor y lo hacía subir manualmente (ver dibujo). Yo lo miraba asombrado pero a la vez tenía la clara sensación de que aquello no estaba bien, de que había alguna norma que nos estábamos saltando subiendo de aquel modo, y seguíamos subiendo hasta que le pedía bajar porque la sensación de que algo terrible iba a ocurrir era total. Entonces él dejaba de hacer presión con los dedos en la cuerda pero sin soltarla del todo, de modo que el ascensor entero caía y sus dedos rozaban contra la cuerda a toda velocidad, sin mostrar ninguna señal de dolor por la fricción. Lo último que pensaba era en lo increíble que era que no le doliera caer así. Desperté y ese mismo día al cabo de 4 horas Yansi me llamó para proponerme esta exposición.
Nunca conseguí quitarme esta sensación de desastre inminente. ¿Por qué acepté después de un mensaje tan claro? Lo único que puede con el instinto de preservación es la curiosidad. Queríamos saber qué pasaría, como caeríamos, y sobretodo qué veríamos al caer.´
Días después Dani me habló de una medusa australiana cuya picadura causa una sensación de “impending doom” o muerte inminente, un síntoma clínico en el que la persona cree tener una premonición de la inminencia de su propio final. A sense of impending doom engloba toda una maraña de síntomas causados por muchos males, pero que tienen en común el ser el último fogonazo previo al desmoronamiento total, y que puede estar a veces teñido de matices místicos o incluir experiencias extrasensoriales, como en el aura que precede a los ataques epilépticos. Algunos pacientes han afirmado tener, en los momentos previos a las convulsiones en los que su personalidad habitual se disgrega, revelaciones o visiones, como si le robasen algunas imágenes al abismo antes de hundirse definitivamente en él. Todo aparece claro y prístino, como si lo vieses por primera vez, y se diría que durante breves momentos el enfermo obtiene el mismo regalo que el iluminado.
Ya que habíamos aceptado avanzar a pesar del presagio, nosotros también pensamos en robarle algunas imágenes al abismo antes de caer. De este modo, hemos planteado una instalación repleta de presagios funestos, como quien se entretiene decorando una trampa.
(En una de las imágenes un mago emerge del lodo, como resurgiendo de una crisis profunda, mientras a su alrededor las patéticas ranas lloriquean y se derrumban. Resurge envejecido, pero con un raro poder que los que nunca se han hundido desconocen y temen. Las canciones lúgubres que se ha cantado a sí mismo en las profundidades son cinturones invisibles que le rodean y protegen. Ahora le acompañan mientras se adentra en el peligro, iluminando su paso con un fuego que exorciza los males latentes y le revela las infinitas ornamentaciones de la trampa).